La vicepresidenta de la fundación Oceana Chile, Liesbeth van der Meer, estudió Medicina Veterinaria en la Universidad de Chile, período en el que se especializó en salmonicultura. Por ello, su primer trabajo fue en una empresa salmonera. En ese contexto, pudo apreciar de primera fuente los daños ambientales producidos por los químicos y estrategias utilizadas por estas empresas. Fue también por esa experiencia que su paso por aquella compañía terminó rápidamente y decidió dar un vuelco en su vida: dedicarse a la protección de los océanos.
En la celebración del Día Mundial de los Océanos de este 8 de junio, la máxima autoridad en Chile de Oceana plantea que los desafíos políticos y de concientización de la población son los más difíciles en nuestro país. Sin embargo, manifiesta esperanza en que a través del proceso constituyente Chile pueda avanzar más rápido hacia una transparencia activa sobre el impacto del trabajo pesquero y la contaminación de los mares. “Efectivamente, lo que veíamos todos los movimientos medioambientales era un tope en la Constitución. Pedíamos por transparencia información y las empresas no la daban. Íbamos al Tribunal Constitucional y decían que por la Constitución no nos podían dar datos y eso era una gran piedra de tope para la conservación”, relata.
Pero este escenario podría cambiar. Esto porque “hoy más del 50 por ciento de los elegidos como constituyentes adhieren a una nueva Constitución ecológica, entonces este cambio va a ser muy importante”. De todas maneras, advierte la egresada de la U. de Chile, “hay que tener cuidado de saber cómo tomar esto y entender que nosotros estamos dentro de un ecosistema, no estamos afuera. Necesitamos del océano, el mar y el agua para vivir, y eso debe quedar marcado en esta Constitución, la primera que va a ser escrita por las generaciones del cambio climático”.
Para ella, el camino de la ciencia a la política es el desafío más grande que tiene Oceana porque “las leyes son de arriba para abajo y deberían ser construidas de abajo para arriba, pero eso requiere mucho más tiempo. Te tienes que saber relacionar bien con la gente porque, a pesar de estudiar mucho de pesca, yo no sabía nada porque no era pescadora, entonces entrar en ese mundo era difícil y tuve que aprender a pescar o si no cómo iba a saber lo que decía el papel. Lo más difícil es poder comunicarte con la gente a todo nivel, porque tienes que poder hablar con un científico, con un político, pescador, agricultor y todos viven realidades distintas”.
Una vida dedicada al mar
El proceso de sensibilización de Liesbeth con el mar comenzó con el amor que su padre holandés le inculcó por la naturaleza. “Él me llevó a recorrer todo Chile y me mostró lo bonito que era. El amor por la conservación me lo enseñó él. Me decía que en Holanda era todo plano. Yo no entendía mucho y creciendo entendí que había que luchar por preservar todo lo que se pudiera. Cuando me fui a trabajar a las empresas salmoneras en Coyhaique y Chiloé, me enamoré de esos lugares, del ecosistema”.
“Duré como un año trabajando y me di cuenta que muchas cosas contrastaban con lo que creía y me habían enseñado en la Universidad. Volví a la ‘U’ sin trabajo, con una hija y les dije a mis profesores 'ustedes me enseñaron sobre los químicos que estaban ocupando las salmoneras, ahora yo también estoy en contra’. Me dijeron que estaban orgullosos y que querían que escribiera un libro sobre eso, pero cuando volví dije: ‘no puedo quedarme acá pensando en los problemas medioambientales y no entenderlos’ (…) así que me fui a estudiar economía pesquera y manejo de recursos naturales en la British Columbia University de Vancouver cinco años, pero las problemáticas las abordaban de un punto de vista diferente. Volví Chile para cambiar algo que yo sabía que estaba mal del abuso de químicos en la salmonicultura, de las políticas públicas para la pesca artesanal y lo que significaba para el medioambiente”, añadió.
Sensibilizar a Chile de su ecosistema
Para Liesbeth, el cambio de mentalidad sobre la preservación de los océanos y la naturaleza puede haber empezado con la pandemia, pero el trabajo de educación aún está en pañales y solo podrá modificarse cuando la gente comprenda que todo pequeño cambio puede hacer una gran diferencia en el medioambiente a futuro.
“La gente no ve la contaminación y por eso nuestra misión es mostrar lo que hay abajo del mar. Uno no puede ser sensible a las cosas que no conoce, y por eso es tan importante la educación marina. La gente debe concientizarse de que sin la naturaleza no podemos vivir. Ahora con la pandemia nos hemos dado cuenta, encerrados en nuestras casas, que necesitamos de la naturaleza para vivir y que eso debería ser enseñado más en todos lados. La conciencia por la conservación”, asegura la ex alumna de la Universidad de Chile.
“Uno tiene que dejar de pensar que las cosas grandes hacen los cambios. Podemos hacer parques marinos o leyes, pero un pequeño cambio puede ser dejar de usar plásticos. Si a un ministro le llega un millón de likes, te juro que va a cambiar el problema. No podemos pensar fatalistamente de que se va a morir todo. Yo he visto que ha habido un cambio en mi propia vida. He visto la fauna recuperarse, he visto los peces volver y con el océano me esperanzo mucho y trabajo de sol a sol para eso”, concluyó.