En un trabajo colaborativo con la Wildlife Conservation Society (WCS) y la Universidad de Colorado en Estados Unidos, el profesor Cristóbal Briceño, académico del Departamento de Medicina Preventiva Animal de FAVET, analizó las amenazas que enfrentan estos herbívoros conocidos como ungulados, especies que caminan sobre los extremos de los dedos, usualmente cubiertos por una pezuña, en diferentes lugares del mundo donde se encuentran en peligro de extinción.
En el estudio “Redes alimentarias destruidas y proyecciones complejas: comunidades modernas de ungulados frente al crecimiento constante de la población humana” (Disassembled Food Webs and Messy Projections: Modern Ungulate Communities in the Face of Unabating Human Population Growth), los científicos advierten que, de no haber cambios significativos en los factores de presión sobre las poblaciones de ungulados, habrá serios cambios en la cadena trófica y su comportamiento será impredecible.
“La presencia humana genera presión sobre estas poblaciones en forma directa por ejemplo con la destrucción de hábitat o la caza indiscriminada, y también de forma indirecta como cuando las personas ingresan a los territorios de estas especies con sus perros, los cuales pueden perseguir y cazar a estos herbívoros. Además, en el caso del ganado doméstico también existe el riesgo de transmisión de enfermedades”, afirmó el profesor Briceño.
Por su parte, los investigadores de la WCS, Joel Berger y Alejandro Vila, concuerdan en que el sistema ha cambiado y que especies que no estaban presentes hace más de 100 años, ahora sí lo están, algo impensado hace un siglo atrás.
“Algo semejante ha sido observado en la Patagonia, donde la caza y la introducción de liebres europeas, conejos, jabalíes, ciervos rojos, bovinos y ovinos, ha provocado una fuerte disminución de los herbívoros locales, como choiques, guanacos y huemules, y cambios en la dieta de pumas y cóndores, que actualmente está conformada principalmente por estas especies introducidas”, comentó Vila.
Otros ejemplos de la alteración de las redes tróficas, poblaciones de ungulados e interacciones en las comunidades naturales pueden observarse en las estepas de Mongolia, en Yellowstone, el desierto de Gobi y las mesetas tibetanas.
Amenazas al Huemul
En el caso del huemul, en Chile, un problema concreto que se ha detectado, es la presencia de un parapoxvirus que podría tener origen en el ganado vacuno y que, lamentablemente, estaría provocando eventos de mortalidad en algunas poblaciones del Parque Nacional Bernardo O´Higgins, según se indica un estudio liderado por Vila en el 2019. Otro efecto vinculado con animales domésticos ha sido observado por especialistas de CONAF en Aysén, donde se ha detectado la presencia de linfoadenitis caseosa en huemul, la cual produce protuberancias mandibulares, bacteria que, de acuerdo a la literatura, tendría un posible origen en el ganado ovino.
El huemul es uno de los ciervos más amenazados de extinción del hemisferio occidental, pues su rango de distribución se redujo en un 99% y se estima que existen menos de 2.000 individuos en unas 100 poblaciones mayormente aisladas entre sí. La abundancia de la especie es mayor hacia las zonas periglaciares resultantes del derretimiento acelerado de los glaciares que se desprenden de los enormes campos de hielo de la Patagonia, a consecuencia del cambio climático.
“Estas áreas, particularmente en el Parque Nacional Bernardo O'Higgins, son fundamentales para la persistencia de huemul, dado la dificultad para acceder a las mismas y, por lo tanto, el bajo nivel de presencia humana”, enfatizó el profesor Briceño.
El huemul persiste en fiordos remotos del sur de Chile, cerca del poblado de Puerto Edén, en la Región de Magallanes y de la Antártica Chilena. En el pasado, tanto guardaparques como investigadores han observado, de manera excepcional, el desembarco de pescadores, que han visto afectada su fuente de ingreso debido a floraciones de algas nocivas en la zona, con perros a zonas pobladas por esta especie, que provocaron la disminución de sus poblaciones por la caza de estos y por la irrupción en su hábitat en busca de madera y leña para aprovisionarse. Si bien no se puede concluir que esta sea una práctica frecuente en la actualidad, existe eventualmente el riesgo de que, a consecuencia del cambio climático, vuelva a ejercer mayor presión sobre esta especie tan vulnerable.
Finalmente, el estudio sugiere que los incentivos para coexistir trascienden lo ético, ya que los grandes mamíferos, como otras especies, tienen derecho a estar presentes en los ambientes en los cuales han evolucionado y cumplen un rol ecológico en ellos. ¿Qué pasaría si los factores de estrés mencionados son removidos? ¿Las comunidades podrían regresar a su situación inicial? Los autores de este trabajo creen que no. En ese sentido, consideran que la política pública debe reforzar proactivamente el valor de las áreas protegidas de gran tamaño y fortalecer el rol que pueden jugar algunas áreas que han sido alteradas, a través de buenas prácticas de manejo, para la conservación de la biodiversidad.
Vila, en representación de la WCS, enfatizó en que “resulta sumamente relevante realizar esfuerzos colaborativos y sinérgicos entre distintas instituciones públicas y privadas para lidiar con los desafíos de conservación que nos plantea la actualidad, pues difícilmente alguna de ellas por si sola pueda resolver problemas tan complejos”.
“La conservación de estos animales silvestres es importante porque cumplen un rol ecosistémico central regulando hacia arriba y abajo la cadena trófica”, agregó para concluir el académico de FAVET.
Este estudio fue publicado en Frontiers in Ecology and Evolution y producido por Joel Berger y Alejandro Vila, de Wildlife Conservation Society (WCS), junto a Cristóbal Briceño de Facultad de Ciencias Veterinarias y Pecuarias (FAVET) de la Universidad de Chile, Tshewang Wangchuk, de Bhutan Foundation, y Joanna E. Lambert, de University of Colorado Boulder.